Quienes vivimos en ciudades, principalmente durante la temporada de más calor, tendemos a caminar por la acera sombreada o buscamos alguna plaza o parque cercano para paliar el intenso calor que existe en ciertas zonas de la ciudad. Justamente ese efecto es el que se conoce técnicamente como “isla de calor urbana” y genera más problemas de los que pensamos.
Las islas de calor urbanas son un fenómeno de origen térmico que se refiere a la presencia de aire más caliente que en los alrededores, como resultado del exceso de cemento y pavimentos existentes en las ciudades.
Por ejemplo, las zonas urbanas con mayor presencia de edificaciones, tienden a ser más calurosas debido a que el hormigón retiene la energía calórica proveniente del sol. Lo mismo sucede con el asfalto y los pavimentos de las calles, los que además impiden que el terreno natural absorba y retenga humedad.
Otra de las causas de este fenómeno es el excesivo uso de aparatos de aire acondicionado que expulsan el calor al exterior, y sobre todo la falta de vegetación al interior de las ciudades. Al respecto, en el año 2015 un equipo de científicos de la NASA determinó que la cantidad y el tipo de vegetación es un factor esencial para limitar el calentamiento en áreas urbanizadas. Sin embargo, en Latinoamérica la carencia de áreas verdes y parques urbanos en ciudades es innegable, debido a que aún son tratados como elementos ornamentales por parte de las autoridades y no como una infraestructura fundamental de sostenibilidad urbana.
También contribuyen a la generación de las islas de calor urbana el transporte, los sistemas de evacuación de humo de las autopistas soterradas y la actividad industrial localizada al interior de los centros urbanos, debido a la emisión de gases de sus procesos productivos.
En ciertas ciudades del mundo, se han podido constatar que en determinados lugares las temperaturas pueden ser entre 3 a 5 °C más altas que en sus periferias o que en aquellas áreas de uso agrícola o forestal.

Los efectos de las islas de calor urbana
En la última década, producto del Cambio Climático, la ocurrencia de fenómenos de temperaturas extremas está aumentando no sólo en frecuencia, sino también en duración y magnitud, por lo que las islas de calor urbana intensifican aún más el calor dentro de las ciudades, con efectos fatales en las comunidades.
En Europa, por ejemplo, durante la ola de calor del verano del 2003, se registraron más de 70.000 muertes, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), mientras que en Rusia, fallecieron unas 56.000 personas en el 2010 por el calor extremo que azotó ese país por 44 días.
Esta misma organización advierte que entre el 2000 y 2016 el número de personas expuestas a olas de calor aumentó en 125 millones, y sólo en 2015 fueron 175 millones de personas más las que estuvieron expuestas a olas de calor, en comparación con otros años promedio, de manera que las personas que viven en ciudades están cada vez más expuestas a enfermedades, y las islas de calor urbana pueden provocar emergencias de salud pública y gatillar un aumento excesivo de la mortalidad y morbilidad, principalmente en las personas de mayor edad, lactantes y niños, mujeres embarazadas y por supuesto en los grupos socioeconómicos más vulnerables.
Las razones de ello, obedece a que el calor extremo generan estrés fisiológico acumulativo en el cuerpo humano. En efecto, los golpes de calor, producto de la incapacidad del cuerpo de regular la temperatura, generan aumento de las pulsaciones, dolores de cabeza, náuseas, calambres, pérdida del conocimiento o llevar a inclusive al coma o la muerte. El calor puede agravar enfermedades infecciosas o crónicas, entre ellas las cardiovasculares, cardiopulmonares, renales, o psiquiátricas.
Por otra parte, en donde se producen las islas de calor urbana, se genera una falta de movilidad del aire caliente, facilitando que ciertos partículas que producen enfermedades respiratorias permanezcan más tiempo en el aire, como es el caso del material particulado y los pólenes alergénicos que causan inflamación de ojos (conjuntivitis), de nariz (rinitis), pulmón (asma) o hasta anafilaxia.
Además de los efectos en la salud pública, las islas de calor urbanas empujan a que aumente el consumo de la energía eléctrica por el uso de aparatos de aire acondicionado. Basta sólo el aumento de 1° C para elevar del 5 al 20 por ciento la demanda de energía para el aire acondicionado en verano, según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos. En esa misma línea, un estudio del MIT de 2018 constató que el efecto de isla de calor en Florida fue responsable de un gasto extra anual de US$400 millones en aire acondicionado.
Cómo mitigar los efectos de las islas de calor urbanas
Cada vez son más las autoridades políticas del mundo que están recurriendo a las Soluciones Basadas en la Naturaleza (SbN) para que sus ciudades aspiren a desarrollos más sostenibles y hacer frente a los efectos del Cambio Climático, entre ellos, el calor urbano.
El aumento de las áreas verdes y del arbolado público, por ejemplo, son excelentes aliados para favorecer al confort térmico percibido, debido a que la vegetación –y principalmente los árboles- producen sombra y son capaces de absorber y reflejar la radiación solar hasta un 50%. Además, los árboles urbanos generan un importante aporte de humedad en tiempos de calor, ya que retienen el agua del suelo, evitan que ésta se evapore y la expulsan por sus hojas a través de la transpiración, refrescando el aire que los rodea. Por estas razones, varios municipios o ayuntamientos están incorporando la Infraestructura Verde en sus instrumentos de planificación urbana, ya sea protegiendo ciertas áreas de valor natural a través de normas urbanísticas, o bien generando planes y programas para fomentar el incremento y conservaciones de las áreas verdes públicas, teniendo en consideración los importantes servicios ecosistémicos que éstos aportan, en especial en la calidad de vida de las personas.
Otra forma de mitigar las islas de calor urbana es a través de la eficiencia energética en las construcciones, adoptar soluciones bioclimáticas en el diseño de las edificaciones, convertir los tradicionales techos en cubiertas verdes o green roof para contribuir con “enfriamiento” natural a la ciudad, o bien adoptar medidas más sencillas y de bajo costo, como por ejemplo, pintar de blanco los techos de los edificios para reflectar la radiación solar.
Escrito por:
- Leonardo Lira Astudillo.
Fuentes:
- Diputació Barcelona. (2018). La cobertura de l’arbrat a la ciutat. Ciutat per a viure
- Organización Mundial de la Salud (OMS)
- Organización Panamericana de la Salud (OPS).
- Ortega, F. (2018). Isla de Calor Urbana de Santiago y Microclima en el Espacio Público: de la medición a la percepción.
- Sarricolea, P. & Martín, J. (2016). El estudio de la isla de calor urbana de superficie del área metropolitana de Santiago de Chile con imágenes Terra Modis y análisis de componentes principales.