A medida que pasan los años, los efectos del Cambio Climático se hacen notar con mayor fuerza en todas las ciudades del mundo. El panel intergubernamental de expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU ha señalado en su último informe que “Nos encontramos en un momento decisivo para afrontar con éxito el mayor desafío de nuestro tiempo: el Cambio Climático”. En este contexto de emergencia climática global, las ciudades actuales son parte del problema y al mismo tiempo son los territorios más vulnerables, aunque algunas más que otras por distintas razones.
Una de esas razones es la débil Infraestructura Verde que poseen las ciudades, y más específicamente la baja cobertura de árboles urbanos, insuficientes para mitigar la contaminación atmosférica, los efectos de las islas de calor urbanas en la salud de las personas o los impactos de las inundaciones, entre otros, que causan al año millones de muertes en el mundo.
Esta baja cobertura verde es producto en muchos casos de la despreocupación de las autoridades respecto a esta materia, quienes por lo general justifican sus razones en la seguridad pública, o se escudan en la falta de recursos que impiden conservar adecuadamente el verdor de las ciudades.
Pero, pese a todos los obstáculos por los que deben sortear las administraciones locales, los árboles en las urbes de Latinoamérica suponen ser un patrimonio natural preciado para los ciudadanos, tomando en cuenta los innumerables beneficios que éstos proveen al medio ambiente, a la salud y a la calidad de vida de las personas. Sin embargo, en los hechos, la infraestructura verde urbana está siendo brutalmente mutilada por la propia ciudadanía, en conjunto con las autoridades.
¿Por qué en Latinoamérica ocurre esto con más fuerza que en otros lugares del mundo? Le consultamos a especialistas de diversos países acerca de esta dañina práctica silvicultural, tan arraigada en nuestra región.
La Poda: práctica infaltable en la gestión del arbolado urbano
En los árboles, por ser plantas de mayor envergadura, la poda tiene un efecto directo en su salud, razón por la cual los especialistas en arboricultura han definido técnicas de poda validadas por sus pares, aconsejando a quienes las realizan a que éstas se limiten al mínimo corte de ramas posibles para que causen el menor daño. De lo contrario, una poda excesiva puede desencadenar un daño irreversible en la vida del árbol.
A nivel técnico, hay un amplio consenso respecto a las técnicas de poda a emplear en los árboles urbanos, teniendo presentes las necesidades que comúnmente se presentan en cualquier ciudad del mundo, muy distintas a las del medio natural. Asociaciones y gremios de arboristas y profesionales del área, como la International Society of Arboriculture (ISA), la Asociación Española de Arboricultura (AEA), u otras, publican con frecuencia material técnico orientado a una gestión adecuada de los árboles urbanos, con especial énfasis en los procedimientos de poda.
No obstante, a pesar de que existe un amplio cuerpo de investigación sobre el manejo de árboles urbanos, todo ese conocimiento no logra permear en la ciudadanía ni en los funcionarios públicos a cargo de conservar y gestionar las plazas y árboles de las ciudades, causando completa confusión en los ciudadanos respecto a qué, cuándo y cómo podar.
En esa nebulosa en la cual se encuentran muchas comunidades, por una parte están los defensores del verde, que cuestionan cualquier forma de poda realizada a los árboles urbanos públicos, bajo el argumento de que éstos en su espacio natural no requieren ser podados; y por otra, están los defensores de las malas prácticas, quienes justifican el tipo de poda excesiva o mutilante amparados en el potencial daño que pueden provocar ante la caída de los árboles o sus ramas durante las temporadas de lluvia o nieve. En esa disputa de intereses, el desmoche o poda excesiva ha sido la práctica imperante en la gestión de nuestros árboles en Latinoamérica.

¿Es el desmoche la solución para gestionar el riesgo en los árboles urbanos?
Consultamos de forma separada a 3 especialistas de diferentes ciudades de Latinoamérica, quienes coinciden en que el desmoche definitivamente no es la solución.
Desde Perú, la Ingeniera Forestal y arborista certificada de la ISA, Juany Durand, explica que tal vez para algunas personas el desmoche podría ser una solución en lo inmediato, pero de acuerdo a la opinión de la profesional este tipo de prácticas produce todo lo contrario: “Genera un daño irreparable y el efecto contrario a lo esperado, ya que contribuye a incrementar el riesgo en los árboles urbanos”. Una opinión similar es la que nos comenta el biólogo mexicano Pablo García, también arborista certificado de la ISA, quien señala que “el desmoche es una práctica que aumenta el riesgo, ya que genera un daño irreversible en nuestros árboles, los desfigura y luego nunca vuelven a ser el mismo ser vivo que fue”.
García explica que los árboles, luego de una poda excesiva como un desmoche, reaccionan de un modo muy particular con la finalidad de sobrevivir a la agresión, y que erróneamente la ciudadanía lo interpreta como un aumento del vigor. “Luego de un desmoche el árbol trata de compensar rápidamente la ausencia de hojas y genera brotes de madera de reacción, no bien configurada estructuralmente, razón por la cual crece rápidamente y hace que estas ramas se vuelvan un peligro a los transeúntes”, señaló.
La gestión profesional de los árboles urbanos, más necesaria que nunca en el actual escenario de emergencia climática, requiere de capacidades técnicas que permitan evaluar de forma permanente la salud del bosque urbano y sus riesgos asociados, más que arrancar toda la copa de los árboles. “El desmoche en general no gestiona nada, elimina un problema inmediato, no un riesgo”, nos comenta de forma categórica María Alejandra Di Fabio, ingeniera agrónoma y abogada de la Universidad de Buenos Aires, Argentina.
La profesional señala que el camino a seguir para una gestión adecuada del riesgo en el arbolado urbano debe ser basada en conocimientos e investigación, muy distinto a lo que ocurre hoy en gran parte de las ciudades latinoamericanas. “Deben tenerse en cuenta diferentes variables para la construcción de una matriz que nos permita tomar decisiones, entre ellas las pertinentes al árbol mismo (cuestiones biológicas, físicas), el ámbito en donde se encuentra, las condiciones climáticas que evidentemente van cambiando, y los blancos o “potenciales víctimas” de un problema con el arbolado”.
Lograr que las administraciones municipales desarrollen una gestión profesional de los árboles públicos, parece ser un aspecto imposible de alcanzar en las ciudades latinoamericanas por los altos costos asociados que ello supone. Por ello, también le consultamos a estos tres especialistas si el factor financiero de los municipios incide en las malas prácticas hacia el arbolado urbano.

¿El bajo presupuesto público de las alcaldías impide una adecuada gestión del arbolado urbano?
Ante una pregunta que pareciera tener una respuesta obvia, según la opinión de los entrevistados la escasez de recursos es un factor que incide de forma muy relativa en el desarrollo de las malas prácticas; y si bien la mayoría apunta a que existe una correlación entre la falta de presupuesto y una mala gestión, señalan hay otros aspectos aún más determinantes, como la administración negligente de los recursos más que la falta del mismo, y con ello, la falta de interés en contratar profesionales con conocimientos. “Esta práctica (el desmoche) a la larga es inclusive más costosa, ya que con ella es necesario hacer más mantenimientos”, señala García.
Diversos autores de publicaciones científicas, como Campanella et al. (2008), Fazio y Krumpe (1999), Close et al. (2001) y Zakaria (2012), muestran que los propietarios privados o las administraciones públicas optan por estas malas prácticas de poda por la falta de experiencia, conocimiento y conciencia de los impactos negativos que éstas generan en los árboles.
La arborista peruana Juany Durand apunta en esa dirección, señalando que si bien el presupuesto municipal influye en una buena gestión, es necesario que se invierta en profesionalizar o capacitar el personal a cargo. “El presupuesto que se destina a la Gestión del Arbolado Urbano depende de cada municipio, pues no a todos se les destina el mismo presupuesto para este fin, y esta diferencia puede resultar en un manejo óptimo o uno deficiente. Un mayor presupuesto representa contratar personal mejor entrenado, invertir en equipos de evaluación y además de mejores herramientas y equipos en general”. No obstante, acota que “no siempre contar con un presupuesto mayor supone una adecuada gestión”, dejando entrever que el conocimiento es clave.
Di Fabio coincide en que la desigualdad financiera entre los gobiernos locales impide a que las ciudades de menores recursos cuenten con profesionales capacitados en esta materia. “Nuestra región es un gran contraste de extremos. Mega ciudades con presupuestos extremos para la “fachada verde” de la ciudad que genera grandes oportunidades de negocios, no siendo siempre correctamente utilizados; y por otro lado pequeños pueblos o ciudades en que se tiene que elegir si invertir en arbolado urbano o en salud pública o saneamiento, y desconociendo que si se actúa sobre el arbolado, la salud y el saneamiento también se verán beneficiados”, señala la profesional bonaerense.
En ese sentido, la existencia de funcionarios públicos con nulo o escaso conocimiento técnico en materia de arbolado urbano, se constituye como una de las principales razones por las cuales los municipios de la región destruyen el patrimonio arbóreo de sus ciudades, por lo que se vislumbra como urgente la necesidad de contratación de profesionales capacitados por parte de los gobiernos locales.
Así lo plantea Pablo García, quien además es funcionario público del Gobierno de Guadalajara, y nos comenta que el no invertir en la contratación de profesionales con conocimiento en el manejo de árboles urbanos (arboricultura) en puestos claves al interior de la función pública, hace que los recursos se destinen de un modo poco inteligente. “El recurso financiero es necesario para llevar a cabo el manejo en lo operativo, por ejemplo, podas, derribo de árboles riesgosos, trasplantes, fumigación, nutrición, comprar equipos, entre otros, pero también se debería destinar en capacitar al personal, en la contratación de cuadrillas, etc.”
El desmoche afecta la salud de los árboles
El arbolado urbano, por su sola condición de vivir en un medio ambiente construido, se encuentra sometido a diversas condiciones de estrés, siendo uno de ellos la poda excesiva de su copa.
Diversas investigaciones científicas respaldan el grave daño que produce la mutilación de los árboles. Kosmala, et. al (2008) demuestra que la pérdida del 55% de la copa se define como daño mecánico de nivel crítico, y una reducción mayor conduce a un debilitamiento tal que puede comprometer la integridad estructural del árbol, representando un riesgo de falla. Mientras que las investigaciones de Dujesiefken y Stobbe (2002) apuntan a que heridas de poda de más de 5 y 10 cm de diámetro (árboles con poco y alto potencial de compartimentación, respectivamente) es un factor significativo en la decoloración, descomposición y desarrollo de cavidades, debilitando su resistencia mecánica y aumentando el nivel de peligro a las personas y a la propiedad. Es por ello que Hamzan et al. (2021) define estas tipo de podas agresivas como un tipo de “Vandalismo Involuntario”.
En materia de salud de los árboles, Di Fabio nos comenta que: El desmoche es una práctica que no da posibilidad de recuperación sana al árbol. Por sus características biológicas el árbol tenderá a desarrollar muchos brotes sobre la corona del corte, éstos serán débiles y no tendrán un correcto anclaje a la rama o tronco mayor que lo sustenta, con lo que aumentan las posibilidades de desprendimientos futuro”.

Por otra parte, el gran tamaño de los cortes que producen en general los desmoches, hace que se necesiten varios años para que el árbol logre cerrar su herida, exponiéndolo a infecciones por hongos parásitos que descomponen la madera y debilitan la resistencia física delos árboles (Suchocka et al., 2014). “El árbol pierde su estructura física, que cual mecano natural, compensa cada rama con otra de forma natural y maravillosa, dándole la estabilidad y esbeltez propia de cada especie. El desmoche le hace perder una gran cantidad de ramas y hojas verdes necesarias para su función fundamental, la fotosíntesis, con la cual toma Carbono de la atmósfera y lo almacena en sus hojas, su madera y sus raíces que le permiten seguir creciendo y manteniéndose estable y sano. Un árbol desmochado es un árbol en riesgo y pone en riesgo al arbolado vecino”, señala Di Fabio.
Juany Durand, quien además preside la Asociación Peruana de Arboricultura y Forestería Urbana, comenta que los efectos de una poda agresiva a los árboles suelen desarrollarse durante un largo tiempo, produciendo una lenta descomposición de la madera que lleva a que muchas veces se produzca la muerte del árbol después de varios años. “Es importante considerar que este es un proceso que lleva mucho tiempo en algunas especies de árboles (meses o incluso años). Debido a esto, muchas personas no relacionan el deterioro de un árbol con su desmoche, sino que lo atribuyen a otras causas. Y en otras ocasiones, cuando el árbol no llega a morir, éste produce brotes mayormente inestables y con mal anclaje al fuste en la zona donde se realizó el desmoche. Por lo que, cuando estos brotes empiezan a engrosar, se convierten en potencialmente peligrosos”.
Por su parte, García profundiza en las causas por las cuales los árboles se debilitan luego de los cortes de un desmoche, haciendo que se rompa el sutil equilibrio fisiológico del árbol: “Recordemos que la evapotranspiración, respiración y producción fotosintética ocurren en las hojas, por tanto reducir la cantidad de masa foliar hace que el árbol se vea en la necesidad de recurrir a su almacén de energía. Por ello existen árboles que se recuperan y otros que no. Es como quitarles un parte de sus pulmones con los cuales respiran”.

Las repercusiones directas de la mutilación arbórea en las personas
El efecto de la pérdida de cobertura verde en las ciudades, debido al descope de los árboles públicos, tiene un alcance que va más allá de la salud de los árboles, involucrando la salud pública.
Twohig y Jones (2018), en su estudio de revisión sistemática y metanálisis, concluyeron que la exposición a las áreas verdes se asocia con numerosos beneficios para la salud, demostrándose una influencia beneficiosa de lo verde en una amplia gama de resultados de salud, tales como una disminución del cortisol salival, la frecuencia cardíaca, la presión arterial diastólica, colesterol HDL, menor riesgo de parto prematuro, de diabetes tipo II, asma, mortalidad, y una mayor incidencia de buena salud autoinformada, entre otros beneficios. Mientras que Becker & Browning (2021) demostraron que mientras más verde exista en los barrios urbanos, las personas tienen menos gastos en conceptos relacionados con la salud.
Di Fabio comenta que, en términos ambientales, “los árboles son capaces, por medio de la fotosíntesis, de tomar Carbono de la atmosfera y transformarlo en Oxigeno O2 libre al ambiente, además de retener gran parte de la polución atmosférica y en algunos casos hasta metabolizar compuestos tóxicos del aire y los suelos, Por lo tanto, la pérdida de masa verde producto del desmoche se ve directamente reflejado en la salud de la población”; y agrega que la mala gestión del arbolado público tiene además una incidencia directa en los aspectos socioculturales de la población, por el simple disfrute de estar debajo de un paisaje arbolado del que todos son dueños, “sea para reunirse debajo de sus sombra para jugar, leer, descasar, tomar un refrigerio, tener una charla…”.
Los árboles urbanos, como los componentes de mayor tamaño de la Infraestructura Verde, producen una serie de servicios ecosistémicos al medio ambiente, tales como la purificación del aire, la regulación del microclima, la conservación del agua, entre otros, pero además producen beneficios directos a las personas, como mejorar la estética urbana, disminuir la delincuencia, aumentar la plusvalía de las propiedades y una mejor salud pública, por lo tanto, su mal manejo o destrucción impiden que la ciudadanía pueda verse beneficiada de estos servicios.
“El primer impacto negativo que ocasiona el desmoche de los árboles en la calidad de vida es la pérdida de estética del arbolado y, por ende, de la ciudad. Los siguientes impactos negativos son más drásticos, pero se dan en un tiempo más prolongado. Un árbol desmochado ya no es un árbol sano, por lo que brindan menos o ningún beneficio y muchos de ellos se convierten en árboles potencialmente peligrosos”, nos comenta Juany, desde Perú.

Pese a todo, Latinoamérica sigue mutilando el arbolado urbano
A pesar de la existencia de un amplio cuerpo de investigación que orienta sobre el manejo correcto de los árboles urbanos, hay aspectos que son los principales detonantes para que los árboles se sigan desmochando en nuestras ciudades: el desconocimiento, el desinterés y la falta de conciencia desde la gobernanza.
Pablo García, señala que los municipios latinoamericanos, pese a toda la investigación de la última década, siguen incurriendo en la mala práctica de desmochar los árboles “debido al poco interés en trabajar en conjunto entre sociedad y gobierno, ya que ambas partes debieran estar involucradas en el cuidado de nuestros árboles y fomentar la importancia vital de éstos hoy en día”. Comenta además que estas lamentables prácticas nacen la gestión negligente de los servicios públicos: “La falta de voluntad política hace que los tomadores de decisión no prioricen el tema, y con ello es posible encontrar funcionarios no técnicos en puestos técnicos que deben estar a cargo del manejo de los árboles”.
Una opinión similar de Di Fabio apunta a que esta labor negligente del mal cuidado de los árboles se promueve por intereses o desintereses de las autoridades políticas. “La falta de conciencia ambiental respecto al valor del arbolado añoso, la falta de conocimiento de las técnicas actuales de la arboricultura, el venir de años de manejo de arbolado urbano como si fueran frutales traído por inmigrantes europeos, especialmente del Mediterráneo, la desidia y corrupción muy común en los países de la región, más la falta de normativa específica, hacen que aún se sigan utilizando esas prácticas”.
García agrega que el desmoche es producto de “la falta de talento de los gobernantes que no logran comprender cómo capitalizar políticamente las acciones encaminadas al cuidado del arbolado de una ciudad, y es finalmente la falta de profesionalización del sector público el que hace que se sigan realizando prácticas añejas como el desmoche, que hoy sabemos que dañan nuestros arboles”.
Relacionado con ello, Juany Durand manifiesta también que la gestión de los árboles urbanos no forma parte de la planificación estratégica de los municipios y, por tanto, su desinterés gatilla en que éstos muchas veces sean desmochados por los servicios públicos o a solicitud de los propios vecinos. “Muchos de los ciudadanos desconocen cuáles son las buenas prácticas de la arboricultura y permiten o solicitan desmoches sin saber los perjuicios que esto genera. Por otra parte, el área o departamento del municipio encargado del manejo del arbolado no cuenta con un plan de capacitaciones que se haga efectivo, o si es ejecutado, este muchas veces no cumple con los objetivos trazados o no se complementa con el entrenamiento y seguimiento correspondiente”.
Además, Juany agrega otro factor que impide promover la correcta gestión de los árboles públicos en las ciudades, y guarda relación con la deficiente baja de información que reciben los municipios por parte de los gobiernos nacionales o subnacionales. “Mucha de esta información (sobre el manejo de árboles) es sectorizada; es decir, solo la recibe un pequeño grupo dentro del municipio, por lo que se pierde la información y no se educa o actualiza adecuadamente a quienes realizan el trabajo o a quienes toman las decisiones relacionadas al manejo del arbolado”, señala.

Urge un cambio de paradigma para las ciudades
Por lo general, el desarrollo urbano en Latinoamérica se ha medido en función de la construcción de grandes obras civiles e infraestructuras promovidas por los Estados, pero en pocas oportunidades es posible observar una preocupación especial por el desarrollo sostenible de las ciudades y la promoción de su Infraestructura Verde a escala humana. En ese sentido, todos los entrevistados coinciden en que la planificación urbana desde la gobernanza es fundamental para gatillar el inicio de una mejor gestión del patrimonio arbóreo.
“Es el Estado quien prepara los pliegos de licitación para la contratación de empresas de servicios públicos, y es allí donde deben figurar todos los requerimientos esenciales para la correcta gestión en este caso del arbolado urbano. Cuando se firma el contrato las dos partes están sujetas al compromiso de cumplirlo y en caso que no suceda, la justicia debe ser proba y actuar en consecuencia, para garantizar la calidad de vida de los ciudadanos”, señala la profesional argentina, María Alejandra Di Fabio.
Por su parte, Pablo García apunta a la necesidad de desarrollar planes tanto normativos como indicativos, para dejar atrás las malas prácticas fundadas en el desconocimiento: “desarrollar estrategias de planeación y organización previo al trabajo de ejecución, tales como trabajar la normatividad local (leyes locales), desarrollar esquemas de compensación ambiental a la municipalidad por parte de las empresas transnacionales y desarrolladores que se establecen en el territorio, con compensación mediante donación de árboles o de servicios”; mientras que Durand cree que, además de una planificación adecuada y con planes de manejo para la gestión del arbolado, es necesario promover este cambio mediante el desarrollo de conocimientos y habilidades técnicas en quienes trabajan directamente con los árboles: “Capacitación y entrenamiento constante a trabajadores, supervisores y jefes en buenas prácticas en arboricultura y trabajo seguro. Invertir en equipos, herramientas y EPP adecuados. Invertir en investigación aplicada a la arboricultura. Impartir programas de educación y concientización a ciudadanos acerca de las buenas prácticas de la arboricultura, así como programas participativos para la gestión del arbolado”.

Si bien las acciones y tareas pendientes por parte de los Gobiernos y las Municipalidades parecen ser claras, éstas no son llevadas a cabo debido al desinterés general de la ciudadanía que no logra entender sobre los beneficios que producen los árboles. Por tanto, el rol activo de la ciudadanía resulta ser clave para que estas medidas finalmente se materialicen por parte de los tomadores de decisión.
“Se necesita ante todo decisión política empujada especialmente por la participación ciudadana que haga valer sus derechos a un ambiente sano para ellos y las generaciones futuras, esto se logra especialmente con educación e información en todos los estratos de la sociedad, desde los niños que van a la escuela hasta los funcionarios y legisladores”, agrega Di Fabio.
En Latinoamérica, son pocas las ciudades que han dado pasos importantes hacia una gestión profesional de los árboles urbanos, siendo una de ellas la ciudad mexicana de Guadalajara.

Los Pasos de Guadalajara, como ejemplo para erradicar los desmoches
Guadalajara es una ciudad que cuenta con poco más de un millón de árboles urbanos, siendo por ello un gran desafío para el municipio abordar una adecuada administración de su arbolado público a través de una gestión integral.
Pablo García, quien además es funcionario de gobierno en esta ciudad, nos cuenta que para avanzar en una mejor gestión del arbolado y evitar los desmoches, el primer paso que dio el Gobierno de Guadalajara fue la creación de la unidad de arbolado urbano en su organigrama. Con ello se logró crear una dependencia “de escritorio” encargada de la administración estratégica de los árboles (planeación, gestión, trámites, diseño de estrategias de plantación, entre otros), que actúe de forma coordinada con la parte más operativa o “en terreno”, encargada de los trabajos de manejo de arbolado.
Posteriormente se trabajó desde el año 2015 en el desarrollo de un nuevo reglamento de áreas verdes, que ha permitido sentar las bases para realizar operativos y trabajos profesionalizados en el manejo del arbolado, fundamentado además en la constitución política mexicana, entre otras cosas, para tipificar como falta administrativa y establecer multa a quienes realizan el desmoche de árboles. “Este reglamento fomenta también la participación en el cuidado del arbolado por parte de los ciudadanos. Es decir, al vivir en un municipio como Guadalajara tienes derechos y obligaciones, y entre estas obligaciones establecidas en el reglamento de áreas verdes está en que cada persona con título de propiedad es responsable de cuidad los árboles que se encuentran en su interior y en frente de ella, en su banqueta”, señala el profesional.
Por otra parte, en el ámbito del conocimiento, en el año 2018 se publicó el Manual del Árbol del Municipio de Guadalajara, una herramienta de educación ambiental, técnica y cívica para facilitar al ciudadano la comprensión de la importancia de los árboles urbanos. Mientras que en el ámbito de la planificación, la implementación de censos del arbolado urbano ha permitido contar con información del estado actual de los árboles, y a partir de allí desarrollar estrategias de manejo, la profesionalización de las cuadrillas y de las unidades operativas.

En la gestión propiamente tal, Pablo nos comenta que Guadalajara ha establecido protocolos técnicos para la correcta elección de especies de árboles a plantar, cuidando que la producción de árboles ideales para los espacios urbanos dispongan de los parámetros de calidad adecuados para ello, tomando en cuenta su adaptabilidad al entorno, tamaño y servicios ambientales, entre otros.
De este modo, la ciudad ha logrado en el último año podar adecuadamente más de 90 mil árboles que se encontraban en condiciones de deterioro, sin caer en los desmoches, contratando para ello a empresas especializadas para la ejecución de las labores de poda.
Todas estas acciones dan cuenta de la necesidad de abordar la gestión del arbolado urbano de forma integral, siendo Guadalajara un ejemplo de ello para las ciudades de Latinoamérica.
Escrito por:
- Leonardo Lira Astudillo.
- Agradecimientos a Juany Durand de Perú, María Alejandra Di Fabio de Argentina, y Pablo García de México.
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Gabriel Falbo
Excelente nota!
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